Ayer, y a raíz de la muerte inesperada de un conocido, andaba yo pensando que una de las peculiaridades de ser un mono pensante e implume es que necesitamos encontrarle algún sentido a nuestro frágil tránsito por este mundo.

A diferencia del resto de las criaturas sabemos que tenemos los días contados y que en cualquier momento podemos irnos al otro barrio, y supongo que nunca nos ha resultado fácil digerir la conciencia de vulnerabilidad, y acaso por eso nos hemos inventado toda clase de tranquilizantes, ya sean religiosos o ideológicos para afrontar nuestro insoslayable pánico existencial.

¿Será el destino, la mala pata, el dedo de Dios, el karma? En todos los tiempos se ha creído que cuando el hombre viene al mundo trae consigo una suerte de partitura escrita, y alguno de aquellos dramaturgos griegos, ya sentenció que “ ni aun permaneciendo sentado junto al fuego de su casa puede el hombre librarse de la sentencia de su destino “.

Y es que el destino o lo que sea, se ríe del cálculo de probabilidades y de los proyectos que podamos tener en mente. ¿Evolución o diseño inteligente? ¿Big Bang o Génesis?

¿Quién no ha leído o escuchado alguna vez aquel cuento de las mil y una noches…?

Cuentan los que saben (pero Alá es el más sabio) que cierto día, en Bagdad, un criado acudió al califa de los creyentes. “ Señor, acabo de encontrarme con la muerte en la plaza del mercado y me ha hecho un gesto amenazador. Creo que viene a buscarme. Permíteme huir a Samarra, donde tengo familia, para esconderme y que no me encuentre. El califa concedió el permiso y su criado partió en un corcel veloz de inmediato hacia Samarra.

Poco más tarde, paseando por su jardín, el Califa se encontró con la Muerte y le preguntó: ¿Por qué has amenazado a mi criado? La Muerte repuso: “Mi gesto no fue de amenaza, sino de sorpresa. Me extrañó encontrar por la mañana a tu criado en Bagdad porque tengo cita con él en Samarra”.

Pues eso, que no hay que intervenir demasiado en los procesos, ni perder el tiempo intentando arreglar el mundo. Mejor dejarlo fluir sin pretender robarle el fuego a los dioses como aquel Prometeo que terminó encadenado.

En mi caso y cuando la Parca o la Moira o quien sea…venga a visitarme, agradecería que fuera precisa y diligente en su cometido para poder dejar esta existencia con discreción y sin revuelo. Mientras tanto, sugiero entregarnos a la perplejidad del mundo con gratitud y sin demasiadas expectativas.

Los humanos implumes y a medio cocer seguimos siendo en buena medida criaturas neuróticas que no sabemos muy bien cómo gestionar la angustia de conocer nuestro irremediable destino, y hemos sustituido a los dioses por los sagrados objetos que nos venden los gurús y los sacerdotes del templo del neuromarketing.

Pero Samarra nos espera. ¡Está escrito! ```

(Dedicado a Javier, estés donde estés)

Un saludo,

José